La escuela enseña los patrones culturales y tiene su manifestación en diversos actos como en la investigación que se realizó en el año 2000 a través de entrevistas a profesores y profesoras de colegios mixtos, cuyos resultados exponen que cuando un niño obtiene buenas calificaciones el profesor alaba su inteligencia y creatividad como algo innatas en él, al contario cuando una niña obtiene buenos resultados señalan que es producto del esfuerzo y de la disciplina escolar, quitándole los meritos que le son atribuidos a los niños. Este tipo de evaluación logra internalizar en las niñas el sentimiento de inseguridad que se expresa cuando son adultas en la vida laborar debido a que no confían en sus capacidades y tendrán que esperar al príncipe que las rescate mientras ella lo espera como la débil princesa que encontrará su feliz por siempre a su lado.
Los profesores se mueven bajo ciertos estereotipos sociales acerca del orden y la disciplina, atribuyéndoselas a las mujeres como virtudes innatas, al contrario en los hombres estas pareciesen que deben enseñarse, muchas veces se refieren a los niños como “más libres” que las niñas.
En este mismo sentido, las docentes se ven ellas mismas como la segunda mamá de sus estudiantes, mientras que los docentes tienen una relación con menos tensiones con los estudiantes; esto alude a que a las mujeres no se les prepara para asumir roles de liderazgo, ya que eso está, generalmente, atribuido a los hombres.
A pesar que las alumnas obtienen muy buenos resultados escolares, inclusive levemente superiores a los masculinos, repiten y desertan menos que ellos. Sin embargo, las mujeres adultas, por lo general se desempeñan en carreras y oficios “femeninos”, con responsabilidades muy limitadas y remuneraciones bajas. Esto sucede porque junto con enmarcar a las niñas en el dominio del logro y del conocimiento laborioso, los/as profesores están convencidos de que existen aptitudes e intereses “naturales” y “propios” de cada género: las niñas se orientan hacia las humanidades y las artes y los niños hacia la ciencia y la tecnología. Hay muchos elementos que permiten pensar que los intereses vocacionales no son innatos, sino que se generan en las costumbres, en la cultura, en las posibilidades que la sociedad y la familia ofrecen a cada género.
Los/as docentes propician que ambos sexos estudien lo más posible y sigan alguna carrera u oficio. Pero a la vez conciben el futuro de sus alumnas “en blanco”, es decir, no las imaginan en ocupaciones o profesiones precisas, ni se preocupan activamente por hacer que las muchachas, desde pequeñas vayan pensando en la actividad profesional que elegirán. Por esta omisión, indirectamente, refuerzan los patrones tradicionales.
En este sentido una de las tareas de la educación chilena es brindar a ambos sexos la posibilidad de incursionar en todos los dominios e intereses, independiente del género; la otra tarea es motivar a los niños para que se atrevan a optar por profesiones “femeninas” y viceversa, para así lograr igualdad en los trabajos.
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