lunes, 18 de abril de 2011

Un poco de historia...


El voto femenino     

La Revolución Francesa y las revoluciones liberales posteriores plantearon como objetivo central, la consecución de la igualdad jurídica, las libertades y los derechos políticos para todos los miembros de la nación. Sin embargo, esta igualdad solo concernía a la mitad de la humanidad; los hombres. Desde 1789 en adelante, algunas mujeres comenzaron a denunciar esta contradicción. El primer feminismo se concentró en alcanzar las libertades, los derechos y la condición jurídica de los hombres. Durante este primer periodo, el principal objetivo del feminismo fue la obtención del derecho a voto, con lo que nació el movimiento sufragista. Los grupos sufragistas más importantes fueron fundados en Inglaterra y Estados Unidos.
Los derechos políticos permiten a los ciudadanos designar los poderes del Estado y ejercer funciones públicas. La existencia de esta jerarquía permite a las mujeres conquistar poco a poco su plena ciudadanía. A finales del siglo XVIII, ninguna mujer gozaba de igualdad política. Ya finalizada la Primera Guerra Mundial, América Central y América del sur, Grecia, Australia, Italia, España y Québec aún no conocen la emancipación; Francia tendrá que esperar hasta 1946 y suiza a 1971. En este último serán necesario cien años de luchas y más de ochenta y dos votaciones.
Las mujeres chilenas lograron ampliar sus derechos políticos en el inicio de los año cincuenta, cuando se les reconoció el derecho a votar en las elecciones presidenciales de 1952. Una de sus más importantes representantes fue Amanda Labarca, la cual lucho incansablemente  por el voto femenino
El derecho de las mujeres al voto, que antes de 1914 se reivindicaba al mismo tiempo como medio de promover la igualdad de todos los individuos y de permitir la prolongación social del rol materno en la lucha contra los flagelos sociales, se asocia durante a guerra al combate pacifista y lo levantan        las feministas patriotas que piensan haber dado prueba de su valor. “Voto para las heroínas al igual que para los héroes”.
Olympe de Gouges se destacó por su participación en la Revolución Francesa, lo que hace identificarla como una de las primeras feministas. Se opuso a la inferioridad de la mujer en la revolución mediante la crítica de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano y la redacción de una Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadanía. Su activismo y sus escritos le valieron la condena y la muerte en la guillotina en 1793.
Amanda Labarca (1886 – 1975) Fue profesora, escritora, feminista, y política chilena.  Su obra se oriento principalmente a la mejora de la situación de la mujer latinoamericana y al sufragio femenino en chile.
En Chile las jóvenes Elaísa Díaz y Ernestina Peréz lograron entrar a la carrera de medicina en 1887, soportando crueles burlas y una fuerte discriminación; convirtiéndose en las primeras médico cirujanos de Latinoamérica.

Mujeres y la profesión docente 

Desde mucho tiempo atrás la profesión docente ha sido mayoritariamente un campo del genero femenino, esto se debe, a que las profesiones que las mujeres escogían eran mas que nada del tipo social, para ayudar en el labor comunitario, por ende las profesiones más cotizadas eran  las destinadas a ayudar a las personas. Hay que tener claro que en un comienzo estas ocupaciones no eran profesionales, es decir no había un perfeccionamiento tan riguroso para ejercer en estos campos, Por ejemplo, para llegar hacer profesora solo eran necesarios tres años de estudio, y mucho antes las enfermeras eran solo voluntarias, es decir mujeres sin estudio que tenían dinero y deseaban realizar una obra caritativa. Por otro lado, no era muy bien visto que un hombre se interesara en ser maestro de niños muy pequeños pues podía ser catalogado de desviado o pervertido, lo anterior también es una causa importante por la cual el numero de maestros era reducido.

A pesar de que las mujeres ocuparan un mayor número en la profesión docente, los profesores de género masculino eran los que se encontraban en los cargos más elevados; pues ellas eran catalogadas de inestables emocionalmente. Además, debían soportar fuertes críticas, por ejemplo que la Educación era una carrera de segunda fila, pues mayoritariamente las que optaban a ella eran mujeres, además que no tenían la capacidad de enseñar sino sólo de dar cariño y consentir, por ende malcriaban a sus estudiantes, que su rol principal era el de cuidar a la familia y que no tenían la responsabilidad necesaria con su trabajo, pues no era su prioridad.
Hasta el siglo XIX, la enseñanza secundaria estuvo a cargo especialmente de los hombres, pero cuando surgen los colegios para niñas las mujeres comienzan a abrirse camino en este campo laboral. Por eso, la OCEDE dice que: "Las oportunidades de las mujeres en la enseñanza se han visto sumamente afectadas, si no condicionadas, por factores socioeconómicos. En períodos de rápido desarrollo económico, los hombres se sienten atraídos por sectores distintos al de la enseñanza y se dirigen a empleos mejor remunerados en otros lugares."
Todavía hoy la situación no ha cambiado mucho; la profesión docente sigue siendo un campo femenino, aunque disminuye mientras el nivel de enseñanza es superior, esto se debe que el cuidado de los niños pequeños tradicionalmente se considerado como una extensión maternal, por ende, algo solo realizable por el genero femenino, por el contrario, en las Universidades trabajan mucho más hombres que mujeres.

Las discriminaciones salariales son evidentes, tienen menos probabilidades de obtener  puestos directivos y tardan más en llegar a esta escala en comparación con sus compañeros masculinos, además el trabajo docente con niños de párvulo y básica no es valorado ni respetado, las profesoras son categorizadas casi como una niñera, y por ende el colegio una guardería.

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